“ Y aquél que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”

Comienzo de un capítulo… generador de vida
Dos maneras distintas de abocarnos a la vida: las narraciones de Lucas y la de Juan. Es una reflexión profunda sobre el misterio de la Navidad: Palabra junto a Dios, vida, luz que brilla en las tinieblas, Hijo de Dios… El tema de la vida y más en profundidad de la calidad de vida. Mientras las tecnologías dan pasos de gigante, la reflexión y la conducta humanas, sociales, éticas elevan otro ritmo más lento…Parece que el factor más importante del destino de las personas es la misma calidad humana; al igual que la misma vida religiosa parece que desprende de la calidad de vida religiosa.
            Impresiona en el Evangelio de Juan la profundidad del Misterio de Dios: “En el principio…” y al mismo tiempo llega como a las raíces más hondas del ser humano:”Se hizo carne, como nosotros, en la debilidad de la existencia”. Toca fondo. Y en ese inmenso recorrido desde los “orígenes de la eternidad” se hace tiempo, historia, vida en las condiciones frágiles del ser humano. Ha sido como un camino al ser, en el despojo de todo, de la misma divinidad.
Concepcionistas
            La encarnación, la Navidad, es el camino hacia el ser de la identidad. La persona encuentra sus aspiraciones más profundas en la encarnación de Jesús. Juan Pablo II: “Tener objetos y bienes no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su ser, es decir, a la realización de la persona humana como tal”
            En el camino del ser lo que encuentra es la búsqueda de identidad, basada en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea. Para encontrarse con la vida hay que superar las tentaciones del tener. Algunas tentaciones del tener que presionan contra la vida
  1. La fiebre posesiva y consumista
            El dinamismo consumista nos envuelve y arrastra; nos seduce y atrae con fuerza irresistible. Configura un estilo de diva, un modelo de persona y de sociedad: es la civilización del consumo. Cuanto más se tiene, más se es. De ahí la fiebre acumulativa y posesiva… tener más para disfrutar y gozar más.
            También es así en la vida religiosa. No hay espacio para la solidaridad, ni la gratuidad, ni Dios. Interpela el sentido profundo de nuestra consagración: la entrega total a Dios.
            Y sobre  esto, basta recurrir a la propia experiencia  
  1. La vida Light
            El consumismo conduce a una vida muelle, cómoda, flotante, del mínimo esfuerzo, trivial. La persona no se entrega a nada con pasión. Sólo se reserva para sí misma y para disfrute personal: gimnasia, sauna, mucha información, sin asimilación ni síntesis, sin tiempo para madurar interiormente. Es la cultura y la vida light: todo es ligero, suave, descafeinado, liviano, sutil, débil y todo tiene un bajo contenido calórico… Escasa densidad y calidad. No importa la esencia de las cosas; el interés está en lo superficial. No existen los grandes valores y las grandes verdades; sólo verdades oscilantes, sólo pasarlo bien y consumir. Todo es acomodaticio, pasajero, relativo, inconcreto. “No exigir demasiado y llegar a una tolerancia absoluta”. Es el reino de la frivolidad y la socialización de lo mediocre: todo se convierte en epidérmico, tópico, superficial.
            La dinámica parece ser la siguiente: hacer para tener; tener para consumir más; consumir pasa a presentar una imagen  mejor; disponer de una mejor imagen para hacer más. Es el síndrome de la cebolla: como ésta,  la persona termina identificándose con su ropaje. El hombre light se identifica con la apariencia. Cree ser lo que realmente no es. No llega ni a reconocer la propia identidad. Es un extraño para sí mismo. Es disfraz, máscara.
            No tiene vida interior; vive hacia fuera, pasa la calle, por las apariencias. No sabe ni puede estar a solas consigo mismo. Carece de proyectos, de ilusión, de identidad.
            La vida light conduce a una existencia vacía. El hombre se encierra en sí mismo. La vida light presiona fuertemente la vida religiosa. Nos urge asumir el reto de la vida, a vivir en plenitud. Presiona nuestra vida espiritual a centrarse en los valores y en las opciones fundamentales, a significar y testimoniar con gozo y pasión el reino de Dios; a lanzarnos con audacia y entusiasmo el anuncio del evangelio de Jesús, a  ser y expresar lo que somos: seguidores y apóstoles, testigos y portadores del amor de Dios a las personas.   

3.      El cansancio de la vida y la tentación del desencanto. La vida light lleva al vacío y al desencanto. La vida se queda sin peso, sin anclase desde donde dar valor y sentido a lo cotidiano. Se intenta sobre-vivir, a como vaya viniendo… Surge entonces la melancolía y el desencanto; crece la apatía y la indiferencia. Es una “indiferencia por saturación”: son muchos los estímulos que saturan y hacen indiferente. La persona indiferente no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, casi todo le resbala.
            El desencanto convive con el agobio y desemboca en el cansancio de la vida; un cansancio vago e impreciso, pero que envuelve toda la vida. ¿Qué hay detrás de este cansancio? Activismo, exceso de actividades, falta de tiempo para lo esencial. Hay también una tensión excesiva y acumulada, unos esfuerzos superiores a las propias fuerzas que llevan al agotamiento y a la falta de equilibrio interior. Hay quebrantos y frustraciones; fracasos no asumidos. Hay desfallecimiento y deslizamiento por caminos brumosos. Hay, sobre todo, pérdida de sentido a las propias opciones y valores. El cansancio se hace entonces desaliento y pesimismo, abandono y apatía, desidia y sentimiento de impotencia ante los compromisos y a la vida.
            El virus del desencanto amenaza también nuestra vida religiosa, nuestro proyecto de consagrados. Hay que volver a replantearnos la vida, replantear el proyecto de seguir a Jesús con radicalidad. Hay que volver a centrar la vida en la opción fundamental.
            Hay otras dos tentaciones:
-          Dependencias a adicciones
-          Bajo el síndrome de la irrealidad
Concepciones
            Y habría que intentar otras tentaciones, cuando el consumismo es sólo irreal, de publicidad, de imagen… porque no hay manera para satisfacerlo:
            -  Tentación de la violencia
            -  Tentación del facilismo inmediato
            -  Tentación del desinterés social…
            -  De la importancia ante la vida…
            La encarnación, el camino a la vida hecha Carne es otra dinámica: a lo esencial, a la vida, a la palabra, a la luz… ¿qué actitudes? Los suyos no lo reconocieron…Navidad es misterio, profundidad, revelación, encuentro con uno mismo…Navidad son los pastores danzando sus vidas, la contemplación del misterio que María y José van realizando.
            Durante este capítulo, contemplan la vida para ser gestoras de vida…Lo seguiremos meditando, orando, haciendo, luchando, defendiendo…

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